Navidad

sábado, 16 de marzo de 2013







La arrogancia causa efectos desastrosos en quien la padece, por cuanto la hace incapaz de valorar a los demás y de ver sus propios defectos.
Una de las peores tragedias del ser humano es la de concluir que es auto suficiente y que el resto de las personas son ineptos e inútiles. Esto lo conduce a la amargura, por lo cual siempre estará enfadado, en permanente defensiva y acumulando constante resentimiento, que a la larga lo convierten en un déspota.
Ser soberbio y arrogante de nada vale, de hecho, sabios y viejos refranes nos recuerdan a menudo que no obstante el lugar que ocupemos en la vida, todos somos iguales frente al misterio de la muerte, ante el cual ningún privilegio nos distingue.

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